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11 noviembre 2013 1 11 /11 /noviembre /2013 11:58

En el Museo Municipal de Praga se encuentra la maqueta a escala de Praga, capital de la república checa.

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Antonin Langweil fue su creador y trabajó en este proyecto durante once años. Desde 1826 hasta el 1837, año en que murió.

 

¿Qué le impulso a emprender esta obra?

Langweil nació en 1791 en Postoloprty, en la actual República Checa, estudió litografía en la Academia de Arte de Viena (Austria), al finalizar sus estudios abrió su primer taller litográfico de Praga. Sin embargo, no tenía madera de empresario y en negocio pronto se fue a pique. En 1826, durante una exposición en Praga, vio una maqueta de Paris (Francia) en yeso, lo que le inspiro para hacer una de Praga pero utilizando cartulina y madera.

 

La construcción

Primero pasó varios años documentándose sobre la ciudad, recorrió cada rincón para tener todos los detalles de la ciudad. Hizo bocetos anotaciones de las ubicaciones exactas de los edificios, los bancos, las plazas, y los árboles e incluso incluyó los barriles tirados el suelo, ventanas rotas o escaleras recostadas en alguna pared y las montañas de leña apilada.

Cuando tuvo todos los datos, solo entonces, empezó a confeccionar su modelo a una escala de 1:480.

Enfermó de tuberculosis de 1837 y en junio de ese mismo año murió. Dejando a una esposa y cinco hijas.

La viuda necesitando dinero se la ofreció al emperador Fernando I, quien la adquirió para donarla gratuitamente al Museo Patriótico, llamado actualmente Museo Nacional.

Se necesitaron nueve cajas para transportar toda la maqueta.

En 1891 vio la luz en la gran Exposición del Jubileo, para lo que tuvo necesidad de grandes restauraciones, ya que, hasta esta fecha solo se había expuesto muy ocasionalmente. A partir de 1905 formó de manera permanente, parte de la exposición dentro del Museo Nacional.

 

Un imán para los historiadores

La ciudad de Praga se ve tan real, que por un momento al visitante se le olvida que lo que está viendo es una maqueta. Langweil construyo cada uno de los edificios, más de 2000, con total exactitud.

Puso faroles, adoquines en las calles, cunetas, reprodujo fielmente todos los detalles de las iglesias, con sus vitrales incluso con los vidrios rotos o faltantes. En las casas donde las paredes estaban descascarilladas, también deja ver en su modelo los ladrillos subyacentes. El rio Moldava que serpentea toda la ciudad también refleja el rigor de su trabajo.

Por todo ello, no solo es una maqueta para visitantes, sino imán para los amantes del arte, un trabajo para historiadores que quieren ver cómo ha evolucionado la ciudad con el tiempo, a pesar de que hay barrios que han sido restaurados, por desgaste del paso del tiempo, como el barrio judío.

Hoy con las nuevas tecnologías de ha digitalizado la ciudad, y se ofrece a los visitantes un modelo virtual para poder viajar a través del tiempo paseando por las calles de la ciudad de Praga de 1837 e incluso interactuar con él.

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